Nuestros Imagineros

JOSÉ MONTÉS DE OCA

Autor, en nuestra opinión, de la talla de Nuestra Madre y Señora del Mayor Dolor, José Montes de Oca es un escultor dieciochesco que ha sido, hasta hace poco tiempo, uno de los grandes desconocidos de la imaginería sevillana.

Nacido en Sevilla, no conocemos con exactitud la fecha de su nacimiento, aunque algunos autores señalan el año 1668, muriendo en esta misma ciudad a finales de 1754. Montes de Oca fue un escultor ecléctico, que se apartó de la estética de su tiempo, en el que se sufría una indudable crisis del estilo barroco, para sumergirse en las formas típicas del protobarroco, más propias del siglo XVII, uniendo así en su arte el clasicismo montañesino y el realismo de Mesa, con una fuerte personalidad propia.
Sus obras expresan un patetismo sin estridencias, acompañado por una belleza elegante, sin llegar al tono dulce imperante en la época, reflejando forma más directa la profunda religiosidad del artista.

En su estilo destaca la elegancia de líneas de sus imágenes, sin excesos en los movimientos ni en la disposición de los ropajes.
Sus rostros son de una gran expresividad y cierta severidad, más patentes en las figuras masculinas. De formas angulosas, correcto diseño, recuerda, sobre todo en sus Cristos, a la producción de Mesa. En cuanto a sus Dolorosas, éstas aparecen con la cabeza girada hacia la izquierda y hacia abajo y se caracterizan por su mirada baja y por un personalísimo ceño fruncido, que acentúa la sensación de amargura y tristeza.

De su producción en nuestra ciudad citaremos el grupo de la Piedad de la Hermandad de los Servitas, sin duda su mejor obra, la Divina Pastora del Convento de San Antonio, el grupo de Santa Ana y la Virgen de la Iglesia del Salvador, la Virgen Comendadora de la Merced de la capilla del Museo, San José de la iglesia de San Isidoro y la primitiva Virgen de la Hermandad de los Gitanos, así como la Virgen del Mayor Dolor de nuestra Hermandad, aunque algo transformada tras el incendio de la Iglesia de San Jacinto. Destacar, ya fuera de nuestra ciudad, a Jesús Cansado de Écija, y el Ecce Homo de la Capilla de San Pablo de Cádiz.

Francisco Javier Arcos García-Rojo, Licenciado en Historia del Arte

ANTONIO ILLANES RODRÍGUEZ
Antonio Illanes Foto: www.hermandadsanroque.com

Nacido en la localidad sevillana de Umbrete en octubre de 1901, Antonio Illanes es uno de los escultores más prolíficos de nuestro siglo, no ya sólo por las innumerables obras que nos legó sino por las variadas técnicas y temáticas con las que fueron realizadas.

Su formación comienza a los quince años cuando se traslada a Sevilla para iniciar sus estudios la Escuela de Artes y Oficios. Tras finalizar sus estudios viaja a Madrid para conocer el ambiente artístico de la capital, volviendo poco después a nuestra ciudad, donde, en 1929, realiza su primera imagen procesional, el crucificado de la Hermandad de la Lanzada. Posteriormente, y gracias a unas becas, viaja a París y a varios países sudamericanos, donde amplía conocimientos y comienza a exponer sus obras, actividad que continúa a su vuelta a España, participando en numerosas exposiciones y siendo galardonado en varias de ellas.

Es a mediados de los años treinta cuando se dedica más de lleno a la producción de imágenes religiosas, labor que compagina con sus exposiciones por varias ciudades españolas y con un segundo viaje a Hispanoamérica donde, entre otras cosas, realiza una réplica del gran Poder para la Catedral de Tacna en Perú.

A partir de 1955 fija su residencia en Madrid hasta 1961, fecha en la que vuelve a Sevilla, coincidiendo con el inicio de una etapa de franca decadencia artística que durará hasta su muerte en 1976. Dos años antes había sido nombrado Académico Numerario de la Real de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría.

Hombre de una gran cultura, Illanes fue un escultor autodidacta, que cultivó todas la técnicas escultóricas, desde el barro cocido hasta el bronce, pasando por el mármol y, por supuesto, la madera tanto al natural como policromada, así como gran variedad de géneros, ya que, además de imaginero, fue un gran retratista y autor de numerosos monumentos públicos, como el de la Niña de los Peines en la Alameda de Hércules, y sintió especial predilección por las figuras femeninas y los tipos de gitanos y toreros. Todo ello lo realizó dentro de un estilo naturalista con unos toques de renovación y modernidad, pero rehuyendo el vanguardismo, y con una técnica muy especial.

Por lo que respecta a su labor imaginera hay que señalar que intentó siempre crear una obra de suave naturalismo y sin barroquismos extremos que, aunque respetando las formas realistas barrocas, estuviera impregnado de cierta modernidad y no fuera una mera copia de los grandes maestros del Siglo de Oro. Buena prueba de ello son las interpretaciones personales que hacía de algunas obras maestras de la imaginería sevillana; así el Nazareno de las Penas, de la Hermandad de San Roque, muestra claras analogías con Nuestro Padre Jesús de la Pasión y el Cristo de la Lanzada con el también montañesino de la Clemencia.

En cuanto a sus Dolorosas, éstas son de expresión serena y gesto contenido, observándose en ellas la formación academicista de su autor. Algunas de esas vírgenes, caso de la de la Paz y de las Tristezas, poseen los rasgos de su esposa Isabel Salcedo.
Además de las vírgenes que ya hemos citado, su producción se completa con el misterio de la Hermandad de la Paz, incluido el Cristo de la Victoria, la Virgen de Guía de la Hermandad de la Lanzada, a la que el mismo Illanes reformó posteriormente, y el Cirineo de la Hermandad de San Roque, además de la imagen del Sagrado Corazón de la Parroquia de Nervión. En la provincia de Sevilla cuentan con imágenes suyas numerosas poblaciones como Dos Hermanas, Montellano, El Viso del Alcor, Alcalá de Guadaíra y Morón.

Para nuestra Hermandad, en la que según hemos podido constatar documentalmente se presentó a Hermano Mayor, aunque si llegó a serlo fue de manera muy efímera, realizó las primitivas imágenes del Crucificado y del Ángel, desaparecidas en el incendio de la iglesia de San Jacinto en 1942, el antiguo San Juan, sustituido en 1973, y el actual Cristo de Las Aguas con el que Illanes fue galardonado con la medalla de plata de la Exposición Nacional de Arte Religioso, y considerado por su propio autor, que así lo firma en el sudario de la imagen, su mejor obra.

Francisco Javier Arcos García-Rojo, Licenciado en Historia del Arte

LUIS ÁLVAREZ DUARTE
Luis Álvarez Duarte.  Foto: www.humildad.org

El más incipiente imaginero de la historia de nuestra ciudad y considerado ya uno de los grandes escultores de este siglo, nació en Sevilla el 22 de mayo de 1950. Siendo todavía un niño comienza a modelar el barro y a realizar pequeñas imágenes para Cruces de Mayo, llevándole la afición por la escultura a frecuentar el taller que Francisco Buiza tenía en la Casa de los Artistas y a introducirse de este modo en el ambiente artístico sevillano.

Posteriormente, y sin dejar el taller del maestro, ingresa en la Escuela de Artes y Oficios donde aprende Dibujo Artístico y Colorido, pero no Modelado, de ahí que sea considerado como un autodidacta.

Así, en 1962, con tan sólo 12 años, realiza su primera obra, la Virgen de los Dolores de la Parroquia de San José Obrero, y en 1966 talla la que sería su imagen más emblemática y con la que se daría a conocer no sólo en Sevilla sino en toda Andalucía, María Santísima de Guadalupe. A partir de ese momento se iniciaría una de las carreras más prolíficas de la imaginería sevillana.

Pero en todos estos años, Álvarez Duarte no sólo se ha dedicado a la escultura religiosa sino que es también un gran maestro a la hora de ejecutar temas costumbristas y retratos, en materiales como el barro y el bronce, habiendo celebrado numerosas exposiciones.

Estilísticamente, la obra de Álvarez Duarte se sitúa dentro del llamado realismo neobarroco, de gran fuerza expresiva y belleza formal, en el que se aprecia la admiración que siente el imaginero por los grandes maestros del pasado, sobre todo por Juan de Astorga, claro inspirador de algunas de sus imágenes marianas.

Además podemos apreciar una continua evolución técnica desde las obras de su etapa juvenil a las más recientes que, aunque conservando las características de dulzura y belleza de sus Dolorosas y expresividad de sus Cristos, alcanzan un mayor perfeccionamiento, especialmente en el estudio anatómico y en sus magníficas policromías.

Por lo que respecta al catálogo de sus obras, este es, como ya hemos señalado, muy extenso, repartiéndose no sólo en Andalucía, sino en otras zonas de España como Bilbao, o en países americanos como Perú, Argentina y EE.UU.

Entre sus obras en Sevilla se encuentran, además de las dos ya citadas, el Crucificado de la Sed y la Virgen del Patrocinio, el Cristo del Perdón y de la Misericordia de la Iglesia de San José, El Cautivo del Desamparo y Abandono (Polígono de San Pablo), un Cautivo para la iglesia de San José Obrero y la Virgen del Rosario del Barrio León, además de la imagen del San Juan de nuestra Hermandad, un centurión para el misterio de la Sentencia y las figuras del (antiguo) misterio del paso del Cristo del Buen Fin. También ha realizado pequeñas imágenes de ángeles para las canastillas de los pasos de Cristo de las Hermandades de las Cigarreras y el Baratillo, así como el Ángel que ayuda a portar la cruz al Señor de la Salud de la Hermanad de la Candelaria.

Por último hay que destacar su labor como restaurador, emprendida tras sus estudios en la Escuela de Restauración de Florencia, habiendo intervenido sobre las imágenes de la Virgen de la Angustia, el Nazareno de la Salud (los Gitanos) y los titulares de la Hermandad de la Esperanza de Triana, además de haber colaborado como asesor técnico de la última restauración del Gran Poder.

Francisco Javier Arcos García-Rojo, licenciado en Historia del Arte.

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