“…y nos llegó la noche triste, la gran tragedia a la hermandad. Una infausta madrugada, 29 de octubre de 1942, hubo un fortuito incendio que consumió el altar, enseres y todas las imágenes de la cofradía en un santiamén. El Crucificado, San Juan y el Angel eran esculturas esculpidas por mí. En una visión negra, desoladora, ante los leños carbonizados y humeantes, lloramos todos conmovidos, fuertemente abrazados. Por venturoso azar, tenía yo, recién terminado, otro Crucificado, que vino a sustituir al desaparecido.
La Hermandad, a partir de este desastre languidece y le es forzoso peregrinar. Se traslada a la Iglesia de Santiago, y, finalmente, al templo de San Bartolomé, donde reside actualmente.”
Los tiempos han cambiado muchas cosas dentro de nuestra Hermandad. Aunque el tiempo se repite, a veces, cíclicamente. Ya no residimos en San Bartolomé. Ahora lo hacemos en nuestra capilla propia del Rosario en la calle Dos de Mayo. En una Hermandad que está cambiando como la nuestra quizá venga bien el dejar atrás el pasado, y fijarse en el presente como también decía Antonio Illanes en el mismo libro: